En ocasiones, los músicos cuando hablan conmigo, se quejan de que no hay trabajo, que siempre es para los mismos y que cuesta mucho hacerte un hueco existiendo tanta competencia. Y es verdad.
Yo, aunque soy luthier de boquillas y no un músico, siempre me comparo con ellos y me hago las mismas preguntas:
¿Cómo puedo llegar a tener un público? ¿Cómo puedo resaltar entre tanta oferta?
A todos en nuestros oficios nos cuesta sudor y lágrimas llegar a un público que valore nuestro trabajo.
Cuando me preguntan cómo hago yo para vender mis boquillas por todo el mundo, siempre me quedo mudo, sin palabras, y no sé qué responder. La verdad es que en mi yo más profundo, habitan unas frases que día tras día repito y recuerdo, y éstas, son las que hacen que me levante a las 5 de la mañana con ganas y motivado:
“¿Cómo puedo ayudar al músico y darle a conocer lo poco que sé?, “Lo que haga cada día tiene que ser tan bueno que no quieran ignorarme”…
Cada día aprendemos cosas nuevas y este conocimiento lo tenemos que compartir sin esperar nada a cambio, tenemos que hacerlo cada día mejor, por cada problema, encontrar una solución. Esto implica mucha disciplina, que tengamos que analizar, probar y equivocarnos, pero sin bajar la guardia, ni tirar la toalla en los días malos, sino aprendiendo de ellos.
No tenemos que buscar a nuestro público, es el público o (en mi caso el músico) a quien se le despierta un interés por nuestro trabajo y cuando llega a nosotros no le podemos defraudar. Hay que dárselo todo, por eso hacerlo bien no es suficiente, hay que dar todavía más, un valor añadido.